Nocheviejas


[2016]
Me voy, has dicho y te he mirado con indiferencia. Esperaba algo más de este momento, has añadido sentencioso. Como si una cámara te estuviera grabando. Al fin y al cabo, hemos estado un tiempo juntos. Ni siquiera me has arrancado un trivial gesto de asentimiento. Pero has insistido, acaso plantando unas semillas de rencor: Hay cosas que no te hubieran ocurrido sin mí y que ahora lamentarías no haber hecho. He estado a punto de explotar, pero me he prometido que no replicaría nada. He continuado en silencio. Algo de cariño, o piedad. Eso quería. Y te has ido.

[2015]
—Bueno, al fin.
—Al fin, qué.
—Ya se acaba.
—Pero si enseguida vuelve a comenzar.
—Pero se habrá acabado.
—Si no da tiempo a pensarlo. Y ya ha empezado.
—Será distinto.
—El número.
—Habrá algo diferente, digo yo.
—El número.
—No solo.
—¿Qué?
—No sé. Algo.
—Qué va. Todo lo que había continúa.
—¿Todo?
—Y, lo peor, todo lo que faltaba seguirá faltando.
—¿Y entonces?
—Un espejismo.
—¿No acaba?
—Solo lo parece.
—Yo creía que al fin había un final.
—Iluso.
—Yo creía que al inicio había un principio.
—Botarate.
—Tampoco es eso.
—Ni lo contrario.
—A mí me parecía.

[2014]
«¿Qué quedará de ti, año de métrica alejandrina?» —pregunta la Sibila arrodillada sobre la losa de mármol, con la cabeza oculta entre los brazos. «Todo», responde el Oráculo. «¿Todo? ¿He oído bien?» —no sale de su asombro la Sibila, que levanta la mirada inquisitiva hacia la piedra de donde la voz ha emanado— «¿no era más bien Nada la respuesta? ¿Ha dejado de ser la nuestra una pregunta retórica?». «Todo», reitera el Oráculo. E interpretando su postrer silencio el escriba anota: todo quedará registrado y cuando necesites algún dato esquivo las noticias más triviales del 2014 lo ocultarán en Google.

[2013]
Cuando tantos coinciden en alegrarse de que por fin te largues, 13, a mí me gustaría que no te marcharas tan pronto. Aunque solo sea porque me he acostumbrado a tu número. O porque tu esencia se queda corta al cabo de solo doce meses. O porque son tantos los que hablan mal de ti que dan ganas de no acercarse a ese catorce adonde todos quieren ir. Qué bueno sería quedarse un poco más a solas, año 13, prescindir del calendario, amparado en tu humildad de combinación fea, de fila ausente, de piso que no existe. Contigo. Y solos.

[2012]
El acuarelista de atardeceres ha comprado tubitos nuevos hoy y los prueba en el apresurado cielo de diciembre. Un amarillo denso en el centro, naranjas atenuados alrededor, granates a lo lejos, reflejos rosados en las nubes deshiladas y en los cristales de los edificios de oficinas. Contemplo el cielo de la ciudad entre las ramas secas de los tilos y los muñones de los plátanos recién podados. Los ojos de los amantes buscan pájaros en las calles, se aprietan uno contra otro como si estuvieran a punto de iniciar el vuelo. Nadie dirá que acabas, año, si algo tuyo continúa.

[2011]
Dijo: Bu bu Navidad. No nevaba. Apenas pasaban coches por la calzada, pero no hacía ni frío. En los cuentos de Navidad nieva. Hay ángeles en las cornisas, bolas de colores en el cielo. La negrura de hulla en la suela de los zapatos que deja una sangre oscura en las hendiduras que quedan en la nieve que no hay. Y al pasar oí como decía: Fu Fu Navidad. No vi a nadie. Nadie me acompañaba que pudiera oírlo. Solo la voz y yo. Iluminadas detrás de las cortinas y visillos, las ventanas tampoco miraban. Respondí: Feliz Na Na Ná.

[2009]
Cuando me levante pasado mañana por la mañana, me desperece y salga al camino del 2010, este año será —como todos— un montoncito de cenizas que humea. Si me entretuviera en dar una patada al polvo y tratar de adivinar lo que ardió en las ascuas aún incandescentes, vería en el rescoldo vestigios de aquellos muebles nobles largamente anhelados: un año sin horarios, una novela en tapa dura. De hecho, no todo arde con el tiempo: la humilde cerámica de lo escrito, el metal denso del amor permanecen, pero maderas y anhelos se calcinan con sus molduras de ebanista engatusador.