Teoría del lugar


1 
Una descripción tiene algo de epitafio anticipado. El lugar que acoge y se dispone como un argumento que da noticias del vivir no es menos fugaz que una fecha. Se ignora mientras el lugar no se diferencia de quien lo habita; bien porque se acabe de conocer, bien porque se haya residido allí de un modo prolongado. Pero si la ausencia aleja del lugar, el regreso ya no reconoce espacios. Solo existen ojos, entonces, para lo que no está. Únicamente lo que ha muerto se ve. Toda descripción es un ejercicio optimista —un espejismo de permanencia— que oculta una elegía. 

2 
Florecillas que nacen en las hendiduras del muro. Helecho que ha prendido en la tierra acumulada sobre la cañería, dentro del patio umbroso. Hierba que crece en la fisura. Así emerge el amor. Un poco de arena, humedad, luz. Un tallo que la brisa cimbrea. Que brilla si el cuenco de la luz vierte sus colores al amanecer. No solo enraíza en el lugar. El amor es el lugar. Convierte lo anodino en memorable. Donde nos vimos, donde enlazamos nuestras manos, donde me lo dijiste. Establece signos. Y en la distancia imagina —construye— espacios. Donde verse, donde abrazarse, donde hablar. 

No es la saeta que se alza y sin nada alcanzar gira y regresa. Ni el tranvía que se detiene un instante en la parada sin que dé tiempo a descender y sigue luego calle abajo. No es cauce. El lugar no avanza. Tampoco, perpetuo oleaje, permanece estancado. Como la luz tenue de una estrella, se expande; raíz, copa de un almendro en flor o pétalos de una camelia. Envejece y renace al mismo tiempo, y su tiempo no decora el presente. Lo encarna. Es el presente quien no gira y regresa, quien no sigue calle abajo. Quien suma. Congrega. 

4 
El espacio se transforma. Hay quien lo cree así. Llegan unos obreros. Durante toda la mañana golpean las paredes. Los sacos de escombros dejan un reguero de polvo tras su paso. Se enfada algún vecino. A las seis bajan riendo y dando voces por la escalera. A las ocho del día siguiente regresan. Silenciosos. Así unos días. Lo transforman. Se diría que el espacio es el fénix, siempre otro, cuando siempre es el mismo y quien va a metamorfosearse acaba de llegar con sus pertenencias y las está distribuyendo en el armario aún con olor a barniz. El espacio transforma. 

5 
El lugar nunca es el lugar a secas. Aparece vestido con su condición metafórica. El lugar es siempre el valor que evoca. Las ventanas que quedan abiertas delante, para mirar dentro y ver reflejado, en el espejo del fondo de la sala que lo contempla, el lugar que ha quedado fuera. Se comprende el lugar en los juegos oblicuos de las metáforas. En lo que despierta cuando la luz lo dibuja en la retina. Ese descerrajado baúl de palabras que se guarda en el altillo de la memoria. Pero las metáforas son columpios. Cualquier signo, despertado, conduce a un lugar. 

6 
No son buenos pintores, los lugares. No les guía ninguna estética. Lo ancho resulta estrecho. Lo menudo, basto. Tampoco entienden los colores. Los mezclan mal. Desconocen la simetría, estropean la perspectiva, alteran la ordenación. En una lámina solo convocarían irritados garabatos en rojo del corrector. Algún improperio, quizá. Sin embargo, a diferencia de las obras artística, los lugares huelen. Los pasos resuenen en su interior. Les hablan con sensaciones a los dedos que se aventuran. Cultivan higueras cuyos frutos carnosos se ofrecen con desprendimiento. Lo hacen todo sin boceto ni premeditación. Nunca serán reconocidos paisajistas, una simple niebla los ciega. 

7 
Medio desencajada y con los cristales rotos, los herrajes de la ventana chirrían cuando trato de abrirla, sin lograrlo. Tropieza su cierre. Astillas de pintura caen como escamas de un pez muerto nada más rozarlas. Sobrevuelan la estancia y brillan un instante sobre los escombros acumulados en el suelo. Tiemblan las hojas si las fuerzo. Ni yo mismo podría explicar por qué quiero abrir una ventana que ya no tiene cristales. Pero sigo intentándolo. La observo por descubrir el estorbo. Me empeño. Cuando lo consiga, me digo, habré hecho lo que otra persona hacía a diario. Aquí. Reharé sus gestos.

[Diciembre, 2014]