Mondaruras (Adenda 01)


BICICLETA


El neumático es casi redondo, pero en la parte que roza el suelo se une a la llanta. Es el aire que ya no está dentro el que primero dice. Luego la cadena se afloja, con el tiempo, pierde la condición rectilínea de la tensión. Dibuja la imagen del cansancio y eso es lo que su negación del movimiento afirma. El metal se oscurece con el polvo. Una infección de tonos parduzcos recubre la osamenta cilíndrica. Lo manifiesta con unas motas cobrizas que enferman el brillo primigenio del manillar. La locuacidad del abandono crece. Nada hay que hable tanto.


PUERTO


El chapoteo de la ola bate contra la roca cuando tras el salto las botas alcanzan el muelle. Lo percibe. Y entonces advierte la bofetada del agua a la piedra, lo que de tanto oír, día y noche, el crujir de la madera allá donde imparta el viento su lección de desconciertos, se olvida. La oscilación de la proa sobre el oleaje, el chasquido de las salpicaduras en los cristales de cabina, todo el repertorio sonoro del silencio. Cuando pisa la superficie que no tabalea siente el vértigo de la quietud. Escucha con recelo la ola que no le mece.


CUADERNOS



No todas las palabras quedan anotadas. Dejo el lápiz un instante sobre el cuaderno abierto y los ojos pasan a leer la página que ofrece la ventana. Las hojas del albaricoque aleteando con el viento como si quisieran aprender a volar, las macetas ingenuas del alféizar, el pájaro que las merodea con insistencia, un trocito de cielo con una nube pizpireta que se muere por salir en el rectángulo de cristal que contemplo para llenarme de palabras que están ahí, conmigo, cuando escribo, pero que no apunto porque ya sé, y estoy seguro, que se podrán leer en las escritas.


LECTURA


Si la forma en la que se comprende lo que existe es una manera de leer, cuanto está ahí será una manera de expresar. Una escritura. Y también cuando se lee el tránsito de las nubes y el vuelo de las aves se pronuncia en su irse lo que impulsa al deseo. Leer y repetir lo leído era el medio de los antiguos para conocer. Ahora se usa un interruptor para desechar las sombras y otro para convocar las notas del piano, pero se camina por idéntica senda. Se dice lo que la luz escribe en la mirada para expresarse.


A DESTIEMPO



La mañana en la que el tiempo no comparezca, bien porque haya perdido el tren que lo trae puntualmente cada amanecer, bien porque se tome un día de fiesta que no le corresponda, esté o no justificado, porque eso no me incumbe fiscalizarlo; esa mañana, me digo, en la que los relojes desandarán los círculos y las citas dejarán sobre las páginas de las agendas la mancha de un poema minimalista, aprovecharé para desaparecer. Sin cumplir ningún preparativo me iré a oír los graznidos de las aves migratorias en los abruptos acantilados donde la realidad renuncia a la mezquindad.

[Marzo, 2018]